miércoles, 17 de abril de 2013

Me llaman luna.

Va pintando las aceras grises. Mírale, es el sol. En cada farola se despiertan los carteles, y la propaganda ingeniosa de "coja mi número". Una joven, en braguitas, y con una camisa blanca remangada, sale al balcón de un tercero o un cuarto. Le echa una sonrisa al cielo y estira los brazos, haciéndose mas grande que sus dos ojos verdes. A su espalda, aun entre sábanas, un joven con el pelo revuelto y los ojos achinados.

 De su casa sale un maletín con señor colgado. Corren juntos hacia la sucursal bancaria mas cercana, ajustándose la corbata y repeinándose frente al escaparate. Llegan tarde, y el reloj de ambos lo sabe. Uno, el de cuero, pasará el día encima de un escritorio desordenado. El otro, el de carne y hueso, pasará el día ordenando el escritorio.

 El "ring ring" de las campanas anuncia el comienzo de las clases. Centenares de niños entran corriendo a su aula. Algunos lloran. Son pequeños aún. La directora cierra la puerta y se hace el silencio en el patio. En un esquina de él han quedado fumando un par de chavales. Hoy no querían ir al colegio. En la otra punta de la ciudad dos brazos se agarran al cuerpo del chico que conduce esa moto a toda velocidad entre los coches. La falda del uniforme se va blandiendo con el viento y la coleta cae por debajo del casco.

Toda la ciudad está despierta, y yo me dispongo a cerrar los ojos, para veros por la noche. Mi cuerpo de media sonrisa se acurruca entre mil luceros y me voy apagando en la oscuridad. Me llaman luna.

miércoles, 3 de abril de 2013

Dejó él de secar tu piel morena.

El mar, sin ganas, dando tumbos contra el rompeolas. Las estrellas, expectantes, viendo como esa marea verde, borracha, pasea por las playas, subiendo y bajando en la blanca arena. La luna, empujando. Las farolas del puerto y los caminantes le miran asustado. No se creen que el mar esté muriendo. Hace ya días que el viejo pescador del muelle no echa la caña, y eso que siempre mojaba el hilo a la madrugada.

Y entre sollozo y sollozo de los costeros el mar se va acercando mas al sol, dejando un rastro de sal seca tras su ebrio andar. Y tose, y llora. Ya no quedan olas. Ni ruido, ni gaviotas. Dejarle en paz. Ya está viejo.

Corren por su funeral los peces llorando arena. Y van vestidas de negro, grandes, las ballenas. Y los caballitos de mar. Y los delfines. Los surfistas, los pescadores; los amores de verano. Sufren en una orilla sin agua todas las toallas del pasado año. Y las fiestas. Y el alcohol de las venas. Las playas, las calas; las piernas desiertas. El moreno y el quemado. El remero, y el remado. El que se dejó llevar. El que fue. El que se ha ahogado.

Ya está. Se ha ido. No ha dicho ni "adiós", ni "hasta siempre", ni "nos vemos". Se ha ido, y todos le echaremos de menos.