domingo, 30 de diciembre de 2012

"Apúntame a la cara o dispárame a la puta vida"

“¿Qué estás dispuesto a dar?” Me preguntaban. Tanto que acabé preguntándomelo yo mismo, como si tuviera la opción de decidirlo.

Bailándole a la luna llena, aullando sobre plata, así vivimos.

Hacía meses que no trataba de diezmar todas esas palabras que no se callan en tu mente, tratando de decirte que tienes problemas, que tienes soluciones, que tienes miedo, que aun no estás muerto, por suerte o desgracia. Quizá porque son esas palabras las que te acaban diezmando y encerrarlas es más fácil que luchar con ellas cada día, porque no sé los monstruos, pero un folio en blanco me aterroriza, pero de verdad, más que de la Parca, que hace años que nos deja ver sus planes. Igual es el hecho de que enfrentarse a uno mismo es más peligroso que cualquier ataque externo, ¿a ver como cojones puedo defenderme o huir de mi propia mente, persiguiéndome, implacable, atenta, conociendo cualquiera de mis movimientos, atentando cada día contra mí mismo?
Y con las luces apagadas y con algo de música, estoy tratando de abrirme otra vez, pero… ¿Me estoy abriendo a ti?, ¿a mí?, ¿o os estoy intentando abrir a vosotros?

Como un loco, empiezo a desenredarme las palabras que se me enganchan al pelo, ya sea porque no las hemos dicho o porque nos las han robado.
Trata de huir del drama, trata de ganarte la vida como los demás, busca una buena mujer, hazle feliz, hazte infeliz, al final toda esa propaganda es eso, una excusa para no sentirnos mal al fracasar, porque eso hacemos, ¿no?, fracasar contra un muro, luego contra otro, luego contra otro… Tus propios muros, claro.


jueves, 27 de diciembre de 2012

La Mariposa Morada


Mis pasos se sucedían hacia el barranco de la montaña. Desde la cumbre se podía divisar aquellos paisajes galaico-célticos. Vastos campos glaucos hasta donde puede alcanzar la vista. El sobrecogedor mar azul… ¡Tantos escritores han hablado de él! Un dios que imparte justicia, crea mareas exorbitantes y mareas mansas, da cobijo a almas perdidas.  Desearía ser cual pescador que hace del mar y los seres que habitan en él, una morada acogedora donde reflexionar y apoyarse ante las dificultades de la vida cotidiana.

Recuerdo a mi padre saliendo de casa a horas tempranas para buscar pescado para “xantar”, como decía mi padre en gallego. Esta clase de recuerdos me traen a la memoria mi infancia feliz en Mugardos, mi pueblo natal. Mis largas caminatas hacia la ría de Ferrol, en la que me bañaba desnudo, junto a mis amigos. El agua fría del río mojaba mi cuerpo infantil en aquellas mañanas calurosas de verano. Al lado de la ría había un inmenso bosque, verde por los árboles y marrón por la tierra. Las flores moradas, rojas, amarillas, blancas... Aquellas clases de Naturaleza impartidas por el Maestro Fernán enseñándonos la flor y sus partes. Siempre me ha gustado hablar de las flores como la rosa, su rapidez en marchitarse se asemeja a la vida misma. Lo que antes una rosa roja era, en rosa oscura y marchita se convierte... 

Cierto día, al salir de clase, me fui a la ría. Allí me encontré con una chiquilla cercana a mi edad bañándose en paños menores. Miré sus ojos color miel. Ella me dijo con gestos, que me diese la vuelta, lo acaté. Como con curiosidad "gatuna", miré de reojo sus dulces formas femeninas. Ella se dio cuenta y me gritó con una melosidad extraña y con mejillas sonrojadas:

- ¡No mires!

Cuando terminó de cambiarse me dio un suave beso en la mejilla y se fue corriendo. Mis mejillas tornaron a un color pardo. Por el camino noté un nudo en mi garganta, y por mucho que tragase saliva, no conseguía quitármelo. Era el nudo que la fuerza inamovible del amor provoca. También recuerdo haber visto una mariposa morada, algo bastante raro en un paraje como aquel.
Regresé a mi hogar sin hambre. Recuerdo que aquel día teníamos mi comida favorita: Raya a la pimienta negra con media patata cocida. Renuncié a aquella comida por la muchacha. 

Pero… ¡No! Deja de recordar, decía para mis adentros. Estoy decidido a acabar con mi vida. Un pequeño paso más y se acabó todo ¿Quién dice que la vida no es frágil? Como dice aquel poeta: “Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver ha pisar”. La vida es un placer efímero, una fugacidad, un sufrimiento constante que no se acaba hasta que morimos.

...Sigo caminando, pero ahora me alejo del lugar donde nací. Conmigo va mi mujer, aquella muchacha de ojos color miel. Salgo de Mugardos, voy a las gran ciudad.

Al llegar a Madrid se nos complicó la vida. No disponía de mucho dinero y lo único que me podía permitir era un piso “bohemio”, como decían los artistas. El piso estaba situado en Lavapiés. Además de la buharda, nos podíamos permitir dos comidas diarias. Hubo días en los que tenía que ausentarme de casa, poniéndole una excusa a María, le decía que tenía que ir a una comida de trabajo, cuando en realidad me daba un paseo para que mi mujer pudiese disfrutar con algo más de comida. Estuve trabajando provisionalmente de carnicero. En aquella carnicería aprendí a apercibir las nimiedades de la vida diaria. Las cosas que apercibes en la vida diaria las aprendí a tomar en cuenta cuando comencé a trabajar allí. El jefe de la carnicería me enseñó a tomar con cuidado cada tarea, tomarla con pausa, tranquilidad y perfeccionismo, a no desesperarme cuando las cosas no salgan bien. Aprendí mucho más de lo que haría cuando me dedicase a la música. Mientras tanto, seguía aprendiendo más y más a tocar el violín ya que quería conseguir una beca para el conservatorio. 
Desde niño me gustaba tocar el violín. La danza de aquellas notas bailaban en mi oído y mi mente. La música era parte de mi vida. Trabajé mucho para lograr ser alguien en el mundo de los grandes melómanos. Tras mucho esfuerzo logré la beca. Estudié durante diez años. Mientras tanto, trataba de tener un hijo con María, pero nunca llegaba. 

Mucho tiempo después logré tener un puesto de primer violinista en una gran orquesta, y acabé siendo director de la misma. Todo en mi vida iba bien, pero como siempre, me faltaba algo. Ese algo era tener un hijo. Lo intentábamos una y otra vez, pero nada. Hasta que un precioso día estival, mi mujer me dio la gran noticia ¡Estaba encinta! Nunca he sentido mayor alegría en mi vida. Tuvo un parto perfecto, todo iba bien, me sentía como en una nube. Ese día también vi una mariposa morada aleteando por el lugar. 
Pude escribir composiciones con una alegría tremenda, y eso repercutió en la calidad de las mismas, eran las mejores partituras que jamás habría hecho. Pero un día, Ernesto enfermó. Ernesto tosía y tosía, pero nosotros seguíamos sin poder ayudarle. Yo sentía que la llama de la vida se le iba apagando. Llamamos a médicos y a sacerdotes, pero ninguno de ellos pudo ayudarle. El pequeño Ernesto iba a morir. Su preciosa cara infantil se desvanecía en el tiempo. 

Pasó el tiempo, y pasó, y pasó. Mi mujer padeció depresión y acabó muriéndose de pena. 

Siempre traté de afrontar la vida, pero el pulso ya parecía perdido. 


Antaño, tocar el violín traía a mi memoria aquella mañana soleada de primavera. Aquellas blancas azucenas, las rojas rosas, los dientes de león, las moradas damas de noche. No puedo olvidar tampoco las mariposas posándose sobre los pétalos, y el colorido paisaje sumado al rumor del agua que provocaban una sensación melosa en mi interior. Pero esa satisfacción se fue, y nunca más ha vuelto. Esa inspiración divina. Esas remembranzas de la infancia jamás volvieron. Dios jamás volvió. Dios murió con mi mujer y mi niño. 

Oigo cercano el aletear al viento de una mariposa. Era aquella mariposa morada que tanto me había acompañado a lo largo de mi vida. Esa mariposa me rodea y se posa en mi hombro. Siento unas lágrimas correr por mi mejilla.

Pero la mariposa se ha desvanecido y a ido a parar a la mar. Me pregunto quién o qué era esa mariposa. Me pregunto quién o qué soy yo. 



miércoles, 19 de diciembre de 2012

Soñé con ella y me levanté vacío

Soy de los que piensa mas de lo que escribe. Cuando me enfrento a un batallón de folios con, como única arma, un lápiz, maquino mil formas de acabar con ellos, aunque, normalmente, acaban todos hechos trizas en el fondo de metal de la papelera de mi cuarto.

Cuando escribo se forma una nube en mi cabeza. Las palabras se muerden las uñas y gritan: A mi! A mi! Ponme a mi ahí!
Al final, como con todo, acabo tachando.

Me es imposible escribir con lápiz y papel. Siempre que empiezo con una palabra acabo dibujando tu nombre en alguna esquina del folio. Otras veces empiezo directamente con tu nombre, y acabo dibujando palabras.

Llamarme loco, y decirme lo de que "las mejores personas lo están" que no me creo que los manicomios estén llenos de santos. Lo mío es una locura variante. Aumenta o disminuye según el momento. Llamarme entonces también bipolar. Ahora te sonrío mientras hace un minuto te estaba haciendo llorar. No te asustes, es para saber lo que de verdad te importo. Pero parece ser que no te importo demasiado, cuando solo me necesitas para ser tu mandado.

Dios, ¿dónde estás?, desde aquí te llamo. Creo que esta broma llamada mundo se te ha ido de las manos.

Alejandro Pérez

Amor en Mar II (La despedida)


Nos volvimos a ver a la mismahora que siempre. Yo llevaba en mi mochila unas cervezas, y un altavoz paraenseñarles la música de la que les hablaba. Nos saludamos como siempre, yvolvimos al hogar de nuestros recuerdos, y la infinidad de otros más. Volvimosa ver a nuestro gato, al que graciosamente Camille había apodado “Superbit”(que en francés hace referencia al tamaño de su miembro), pero decidimosllamarle “Sbit”. En todas nuestras citas el gato había estado. Decidimosllamarle. Yo chasqueaba la lengua para que viniese, le llamaba por su nombre,pero lo único que hacía era mirarnos con sus dos ojos glaucos grandes ybonitos. Me preguntaron si olían a tabaco, les dije que no para agradarlas. Lesenseñé mi música y apuntaron a los cantantes. Como siempre, nos contamos todo,nuestros secretos, aquellas conversaciones que el tiempo, desgraciadamente,borrará, porque como decían los grandes sabios latinos, “verba volant, scriptamanent”, pero el recuerdo en aquel mar, aquella cala, y nuestro Tiempo, seguirápatente. Nos bebimos las cervezas, hicimos todo tipo de tonterías, y llegó elfinal. Se tenían que ir, se nos había hecho tarde. Cuando te lo pasas biensiempre se te hace rápido. Nos fuimos a despedirnos. Quisieron que les dijesealgo en español, porque pensaban que cuando hablaba en español, tenía voz sexy.Me reí y les hablé en español. Me dijeron en inglés (traducido):
-      Te echaremos demenos. Es el mejor verano de nuestra vida. Eres un chico precioso.
-      Les contesté lomismo nos despedimos con unos abrazos largos y bonitos.
Les dije Adiós sintiendo ungran pesar. Me fui a casa en la inmensidad de aquella noche triste. Viendoaquel lugar que alojó nuestra despedida. En esa despedida supe que no volveríaa verlas en mucho tiempo. Conseguí evitar que una lágrima se derramase. Lasecharé mucho de menos.

Y ante mí otra vez: El mar,la cala, y el Tiempo. Mis pasos huecos llegaron a mi casa, en la inmensidad dela noche, vi desvanecerse nuestras conversaciones como lágrimas en la lluvia,como unos minutos en un reloj.

Todo se desvanece, y solo lo escritopermanece.

PABLO ESTEBAN KEOGH

Amor en Mar


La luna apareció y se fue, yvolvió a aparecer. Me preparé para salir de casa. Había estado pensando enellas y en lo que haríamos cuando juntos estuviésemos.  Y el astro se fue. Apenas brillaban unasestrellas en la oscura cúpula celeste. Y la luna volvió a aparecer. El mar seoía a pesar de estar en completa calma, quieto como un plato. Me sentétranquilamente a escuchar música, algo que siempre me había relajado bastante.Las diez y “veintipico”, de pronto, el apagón.

Lo único que brilló duranteunos minutos fue la luz de una o dos casas, y la de los astros en el cielo.Aquel apagón me hizo reflexionar. Inmerso en los recovecos de mi mente, la luzse hizo, como si del Génesis de la Biblia se tratase. Y aparecieron ellas.Camille iba con un pantalón corto naranja y una camiseta negra de tirantes,pudiendo así mostrar sus deliciosas formas femeninas. Perrynn vestía un vestidoveraniego color crema con estampados de flores. Siempre he conectado más conPerrynn en lo referente a gustos, además de que yo creía que le atraíabastante. Con Camille sentía además de la tensión sexual patente, una especiede atracción por la “locura sexy” que profería.

Después de saludarlas, nosdirigimos al centro del pueblo. En el centro se situaban cinco bares “paraguiris”; uno moderno de copas del que la gente tiene ciertas sospechas, ya queaquel lugar es idóneo para el conocido tráfico de drogas;  un restaurante chino tremendamente apetitosocon una decoración excelente; una ermita que parecía protestante debido a lasluces que coronaban aquella cruz cuando se hacía de noche; y por último, un barde copas Chill-out al que acudía bastante gente para ver los conciertos que serealizaban allí.

Estuvimos un rato vagando poresos locales, Coca-Cola en mano. Finalmente volvimos a nuestra playa, y a nuestro mar.  El mar que tantos secretos nuestros escondía,nuestras lágrimas, nuestras risas, nuestros besos, nuestras despedidas. Aqueldios que se embravecía terriblemente en días de tormenta. Nos sentamos en laplaya, sería erróneo decir playa, más bien, cala. La cala. Nuestra cala. Y derepente, pude verlo, éramos nosotros, el mar, la cala, y ante nosotros, elTiempo.

Por un impulso espontáneo,como de “Carpe Diem”, decidimos lanzarnos al mar, yo en pantalón sin camiseta,y ellas en sujetador y bragas. Nos lo pasábamos bastante bien jugábamos, ycuando alguien hacía al otro algo malo, hacíamos el “abrazo del perdón”, en elcual, viéndome inmerso yo con Camille, decidí darle un beso en la boca, al querespondió alegremente, pero lo suficientemente rápido como para que Perrynn nonos viese. Al final aquella “locura sexy” me llevó a su terreno. La historia demi vida. Nos lo estábamos pasando genial, cuando de pronto, llegaron lospadres, que preocupados por no haber obtenido respuesta a los mensajes yllamadas propinados hacia aquellas chicas, fueron a la cala. Les llamaron aellas, pero yo decidí acompañarlas. La madre parecía cabreada, pero con toda mientereza decidí presentarme a ella y a su padrastro, el padrastro estabaalejado, ya que no sabía como manejar aquellas situaciones.

-      Je ma appel Pablo, et toi? Dije fluidamente haciendo gala de mi increíblementeescaso francés, pero efectivo.
-      Lucién, mecontestó,
-      Achanté.
Me contestó algo quedesconocía, como igualmente, o algo parecido.
Me despedí de ellas, Camilleme hizo un gesto como de burla, haciendo referencia al castigo que le iban apropinar sus padres. Les di dos besos a cada una. Otra despedida, pero en éstasabría que volvería a verlas pronto.

Allí estaba yo, el mar, lacala, y ante nosotros como concepto inamovible, el Tiempo.

PABLO ESTEBAN KEOGH

martes, 11 de diciembre de 2012

“Yo, pianista. Y tú, piano.”

Tócame las teclas del corazón mas airado. 
“Yo, pianista. Y tú, piano.”

           
No es el marfil, no, de sus rotos abrazos
No son las ganas, tampoco, de vivir en sus brazos.
Es el ansia, puede, de dormir en sus ojos.
Y tiene sentido, lo tiene, si hablamos de sus labios rojos.

No vive en primavera, no. Le gustan los rastrojos.
Y el cruzar de sus caderas está cargado de arrojo.
Y son de gata, no de araña, sus arañazos,
Cuando el agua de su boca, por mi mente, cae a cazos.

Y sueña; y vive; y ¡Hombre!, cuánto tiempo había pasado.
Hacía mucho que no veía a alguien tan demacrado.
Hacía mucho tiempo que no veía a alguien tan enamorado.

Porque son tus teclas. Si, las tuyas, piano.
Que el suave andar de la cremallera de tu espalda me gusta, es liviano.
Y  siendo yo el pianista, termino siempre acabando. 

Alejandro Pérez Marcos

Tired

Aún se la puede contemplar en la esquina, ojos rojos, cara cansada, esperanza difuminada.
"Estaba harta de esperar".
Lo había dado todo, rompió promesas, faltó a su fe, pero no volvió.
"Se había cansado de esperar".
Puños cerrados, mente aturullada, rabia contenida.
"Ya no quería esperar".
Sonrisas extinguidas, propositos hundidos, ganas rotas, sueños carcomidos.
"Le dolía esperar".