lunes, 7 de octubre de 2013

Ella

           Los mitones no resguardan bien de una helada. Eso era lo que estábamos soportando. Unas temperaturas tan extremas que no había ser vivo en la calle. Solo estábamos nosotros, y los mitones no resguardaban bien del frío. Teníamos el fuego en frente, pero no nos acercábamos. Se estaba mejor abrazados. Eran ya muchas las primaveras que nos habían visto dormir en nuestro cuarto de cartón, eran muchas las billeteras que nos dieron de cenar los jueves de cine. El gorro calado hasta las orejas y los mitones no ayudaban con la rasca. Estaba siendo un invierno duro, más que de costumbre. Había procurado que ella no lo notara dándole varias de mis capas de abrigo, las suficientes para que ella no sintiera el frío, y las justas para no morir yo congelado. Lo lógico sería repartir las mantas equitativamente, pero yo con ella no atiendo a lógica. Mi vida se sustenta con la suya, asi que pasar frío frente a su comodidad no es digno de duda.
        
        Faltaba poco para el amanecer y la llama crepitaba en el barril. Ella estaba dormida. Hice un esfuerzo con los músculos congelados por acercarnos al fuego y que sus pulmones no echaran en falta el aire tibio. Una vez cerca me puse a mirarla. No me cansaba nunca. La belleza está en lo escondido, y por eso nadie nos encontraría aquella noche en el callejón. Era hermosa. Aun con su piel colorada por la temperatura se notaba el matiz blanquecino de su tez. Que sorprendente era ella. Por la noche la cuido yo; por el día ella me da la vida.

         Mi vida antes de ella era sufrimiento, después, era vida. Por el día ella se encargaba de ayudarme a ponerme de pié, coger mi muleta y me apoyaba en ella para llegar a la Calle Mayor donde mendigar el pan de esa jornada. Solía odiar esta vida hasta que apareció ella. Cuando la conocí empecé a fijarme en la cara de los que me daban de comer, y nunca sonreian. Ella sin embargo, aun teniendo que pedir vivir, no dejaba de sonreir, y válgame Dios que yo sonreía con ella. Aprendí más de ella que de la calle. La gente que tiene dinero no es feliz, y nosotros que sobrevivimos damos gracias por un nuevo día. Será verdad lo que me dijo un anciano una vez:"Para vivir hay que desprenderse de uno mismo".
         Yo lo he hecho. No solo me he desprendido de mí, sino que me he dado a ella, y es lo mejor que podía haber hecho conmigo mismo. Asi que no soy pobre, no, qué va; la tengo a ella.

martes, 24 de septiembre de 2013

BOHE 2



smokers die younger

Te empecé a dar caladas lentamente,
y hasta te hacías humo.
Te dejé llegar hasta mis labios, consumiéndote.
Y te agarraba fuerte. 

Eras la número veinte, 
y la última.
Y la primera que me había quitado el mono de mas.


Fumarse, el mismo cigarrillo, por el resto de mis días.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

BOHE

DÍA 1
  
Imagínate volar. Romper fronteras con un simple batir de alas. Ser libre. Buff… Libre…
              
             Tengo un objetivo: no atarme con objetivos. Ser un “supertramp”. Llegar a un nirvana sin nada que me ate físicamente. Dejarme guiar por mis sentimientos y mi música. No cortarme el pelo ni perfilarme la barba. Romper los “a lo mejor”.

Cuando me imagino sentado en una silla incómoda, frente a un ordenador, estresado, y una mesa de caoba como jaula, me agobio.  La corbata que te aprieta el cuello y el pelo bien arreglado. Un traje negro y unos caros zapatos de cuero, a juego con el cinturón, el maletín y la correa del reloj, que es de oro.
            
            Todo esto sirve para llegar a casa y odiar al jefe, y al compañero, y a tu mujer, que no está tan buena como la secretaria nueva. Que mientras una se da la vuelta en la cama para no hablar contigo, la otra te pone ojitos tras la cristalera del despacho. Pues que pena…
              
              ¿No sería mejor dormir tranquilo, sin alarmas, todos los días del año? Vivir de la tierra, sin fábricas de por medio. Es imposible, pero es bonito. Qué pena…
              
              Que el amor no se base en minifaldas y gimnasios. En copas y maquillajes caros. Que lo más bonito que exista sean dos ojos verdes mirando un mar azul, o dos azules, mirando el bosque, verde. O negros, O marrones, coño. Da igual el color cuando miran de verdad. Unos estudios más pensados para el alma y la mente, y no para el bolsillo. Que la meta de una persona sea ser feliz, pero de verdad, sin importar el dinero. Es imposible, pero es bonito…
               
              Sería muy hippie trabajar vendiendo libros, o música. Vender mi fruta o mis collares. Ahorrar para vivir, y no parar tener una sonrisa de oro. Ser un cuero, o un caucho. Ser feliz.


Es imposible, pero es bonito pensarlo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Jotas y Balcones

El pasear ,solo ,por el Retiro.
Las flores, tristes, sin invierno.
el rojo de los labios que se han ido.
El sabor de amar, muy tierno. 

El amar sin compás, y sin abrigo.
Cantar por las tardes en primavera.
Sentir el abrazo roto de tu tierra,
y el sollozo agudo de un amigo. 

Saltar de rama en rama, y caer al vacío.
Volar por Guadarrama, en los brazos de una nube
Subir a lo mas alto de tu frío,
y saltar, para quedarse mudo, sin aliento.

Nadar contra las aguas de tu río,
Rozar con el índice la sombra de tu "uve".
Equivocarme, en cualquier desvío.
Y sentir que se acabó lo que nunca he sido. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

El Baño de Dos Horas de los Domingos

Escuchamos morir en vida y por nuestra cabecita se pasean pensamientos feos, como un hombre encerrado en una tumba aún respirando.


Para evitarlo, voy a llamarlo Domingo. Mejor aún, El Baño De Dos Horas Del Domingo.


Y le echas de menos. Porque con ese bicho a tu lado todos los días eran lunes felices.


Y echas de menos esas amistades que hace un año iban a ser para siempre y ahora solo son fotos llenas de sonrisas mientras las miras con los ojitos rojos.


Respira.


Creo que mi peor "El Baño De Dos Horas Del Domingo" fue cuando me di cuenta de que había perdido por el camino a una niña de color de pelo sin concretar, con una sonrisa enorme en la cara ya que consiguió superar sus complejos, cantando a todas horas, saltando, leyendo, escribiendo, descubriendo, siempre con ganas de vivir...


Respiro.


Qué fuerte brillan hoy las estrellas al otro lado del charco y que maravilloso es encontrar gente tan increíble en lugares tan impresionantes.


Qué bonita es la vida y que bonita es la palabra bonita.


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¿Alguien me explica que problema tiene el mundo con enamorarse? Que tire la primera piedra el que no alcanzó la felicidad cuando su mirada se cruzó con la suya.


Adrenalina.


¿Y qué me dicen de cantar por la calle? Cuántos chavales de mi edad me habran dicho que viven al límite por cruzar en rojo pero luego dicen que no me conocen cuando me pongo a cantar muy fuerte.


Ironía.


En el libro de no instrucciones de la vida deberían decir que no todo es para siempre pero que sí podemos hacerlo permanecer bonito en nuestras memorias por siempre.


Complicado.


¿De verdad os gusta la gente que no es friki de algo? Sentir pasión por un grupo de música, un libro, un rincón en la tierra, una persona... Vivir.


Equivocarse.


¿En serio queréis olvidar? Ojalá jamás olvide ninguno de mis errores, han sido las cosas mas correctas en mi vida para hacerme feliz.


Una doble de risas, por favor.


No quiero aburrirte más.


El cuento termina con una chica andando descalza por la calle, con la sonrisa más grande jamás vista nada más cortarse el pelo después de estar dos años esperando a que le creciera (la sociedad era la que esperaba).


Ese momento en el que sales de El Baño De Dos Horas Del Domingo y decides que a partir de ahora no habrá más precipicios sin tu sonrisa.


Ese momento en el que decides no dejar de ser feliz.

Almudena de Pedro

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pequeño

Cansado de tantos empates me decidí a meterte un gol.
 En lo mas alto de la boca, en el hueso del dolor.
donde todas tus sonrisas hacían el amor
allí, en lo mas alto de la boca, decidí meterte un gol.

Cansado de andar tirado, me tumbé desnudo al sol
en lo mas llano del prado, donde no llega tu olor
donde todos los pájaros cantaban rocknroll
allí, en lo mas llano del prado, decidí tumbarme al sol. 


lunes, 22 de julio de 2013

Ninguna curva perfecta en la que matarse.

                 Hace sol, y no solo lluvia. No hay nada que mas pique en el cuerpo que la resaca de tumbarse en el césped mojado. Y los labios secos, de no usarlos…
                ¿Dónde quedaron las cartas de amor perfumadas? ¿Y las noches locas? ¿Y las balconadas? ¿La furia, y la ira, desatadas? …
                Vivir sin límites, los lunes desnudos al sol, y los viernes jugando en tu habitación, que es mi playa. Cantar cuando la luz salga, y seguir con la canción hasta que la luna muestre su cara. Solo se contar hasta seis, y son las cuerdas de mi guitarra. Echarle el lazo a mi ego, y subir colgado de él hasta el cielo. Y allí dormir en una nube, o en dos. Dicen que el amor mata, pero todavía no he visto que alguien lo comercialice. Porque es curioso que, todo lo que mata, se vende.
                Los sabios no son más que ciegos, que ven su oscuridad y no la tuya. Bizcos, que donde tú ves un “pero” ellos ven un “por qué”. Mancos, que le echan el pulso a la vida siempre con la misma mano. Cojos que andan siempre de puntillas. Maniquís, que ven la vida pasar…

                A dónde queremos llegar si todavía no hemos embarcado. Dicen que el amor mata, pero lo que no mata engorda, y comerte sería un pecado. 

domingo, 14 de julio de 2013

Y aquí lo tienes

Siempre escribo con música de fondo, o gritos, o silencios. El caso, siempre escribo. Ya sea en un papel, con un boli; en el ordenador, con las teclas; en tu cuello, con los dientes.

¿Cuantos corazones de carmín se han borrado entre lágrimas en los espejos de los baños?
¿Qué decir de las manos que se agarran al cruzar la calle?
¿O los abrazos que me dabas al coger el metro?

Harto de tanta indiferencia solo quiero volver a tí. Que me digas que eres solo mía. Hacerte el amor y que me quieras como te quiero yo. Y joder, que si algo se rompe es mejor arreglarlo que tirarlo. Aprendamos algo de nuestros abuelos. El amor no son solo buenos ratos, pero contigo todo eran ratos buenos.

Y llorar, y reir, y cantar. Tocar allí, tocarte acá. Beber en Madrid, fumar en mi casa. Responder como un cabo cuando me dices que si te quiero cabreada, y yo respondo: SI, SEÑOR.

Hacía mucho que no escribía, y esto solo es narrar lo que siento. Prefiero que me llames imbécil mil veces y me beses que sonrías tímida al verme pasar y no te atrevas a dirigirme la palabra. Vuelve.

sábado, 1 de junio de 2013

Orgasmos de minuto y medio

La mayor parte de mi vida me la pasé acurrucado en el asiento de atrás de un Ford Fiesta. Ella tenía dieciocho, y veinte de los que matan en el bolso. Nos fuimos fumando uno a uno sus deseos y acabamos los dos sin ropa, con Pereza sonando fuerte. 

Vahos repentinos y corazones en los cristales. Los dedos se quedaban fríos y la cabeza cada vez mas caliente. Íbamos lento, pero a nuestro ritmo. Del asiento del conductor al del copiloto; de allí al de atrás y acabar, uno encima del otro, en el pequeño maletero. La ropa daba calor y quitaba alas a la imaginación. Los giros violentos en su falda y el tira y afloja de mi cinturón. La quería. Cerraba los ojos, dejándome ver la sombra negra que se había pintado, mal y rápido, en los baños de Sirocco...

Volábamos hasta mañana. Y saltábamos en los conciertos. Y en el backstage. Y en las giras, y en los premios. Y en tu cama..

Lo dimos todo. Todo por nosotros. Y ahora, míranos: tiritando de frío en la bañera mientras suenan platos rotos en el salón.

jueves, 9 de mayo de 2013

Alba

La agarró al vuelo y la estrujó en su mano, terminó de sorber el café que rezongaba en el fondo del vaso. Aquella mañana hacía verdadero frío, ni la bufanda, ni el gorro, ni el jersey de lana impedían que le lloraran los ojos por la helada que estaba soportando. Pero ni se planteó moverse de ahí, estaba en aquel banco a aquellas horas de la madrugada por una razón. Con los guantes puestos se encendió un cigarro y dejó que el calor tóxico invadiera su pecho. Nadie paseaba a aquellas horas, nadie hablaba a aquellas horas, nadie daba señales de vida aquella mañana. Miró el reloj para percatarse de que su cita estaba a punto de llegar. Como siempre era él el que llegaba antes, como en muchas relaciones, como en muchas películas, como en muchas mentiras. No sentía ni un ápice de sueño, el café cumplia su función, aun así cerró los ojos, esperaba ser capaz de saber cuándo su pareja se asomaría. Pensaba, pensaba en todos los días que llevaban viéndose. ¿Cuánto llevaban durando? Ya había perdido la cuenta del tiempo. Lo suyo no era normal, ni típico, ni siquiera corriente. Era distinto, él era corriente, ella era típica, él está a veces, ella está siempre... No sabía explicarlo, para él siempre había sido así, nunca tuvo que compartirla, todo el mundo la tenía tan al alcance que le quitaba importancia y le restaba "calidad", sí, eso, "calidad" es la palabra.
Aun con los ojos cerrados lo notó, ese calorcillo que le subía por las piernas hasta exponerse como una pequeña luz en sus cerrados párpados. Él lo sabía, ella lo sabía. Ahí estaban los dos, tan cerca y a la vez tan lejos. Él sonrió y dejó caer una lágrima, aun con los ojos cerrados susurró:"Buenos días Alba, mi amor."
Dejó caer la hoja de sus manos.
Había amanecido en Madrid.

miércoles, 17 de abril de 2013

Me llaman luna.

Va pintando las aceras grises. Mírale, es el sol. En cada farola se despiertan los carteles, y la propaganda ingeniosa de "coja mi número". Una joven, en braguitas, y con una camisa blanca remangada, sale al balcón de un tercero o un cuarto. Le echa una sonrisa al cielo y estira los brazos, haciéndose mas grande que sus dos ojos verdes. A su espalda, aun entre sábanas, un joven con el pelo revuelto y los ojos achinados.

 De su casa sale un maletín con señor colgado. Corren juntos hacia la sucursal bancaria mas cercana, ajustándose la corbata y repeinándose frente al escaparate. Llegan tarde, y el reloj de ambos lo sabe. Uno, el de cuero, pasará el día encima de un escritorio desordenado. El otro, el de carne y hueso, pasará el día ordenando el escritorio.

 El "ring ring" de las campanas anuncia el comienzo de las clases. Centenares de niños entran corriendo a su aula. Algunos lloran. Son pequeños aún. La directora cierra la puerta y se hace el silencio en el patio. En un esquina de él han quedado fumando un par de chavales. Hoy no querían ir al colegio. En la otra punta de la ciudad dos brazos se agarran al cuerpo del chico que conduce esa moto a toda velocidad entre los coches. La falda del uniforme se va blandiendo con el viento y la coleta cae por debajo del casco.

Toda la ciudad está despierta, y yo me dispongo a cerrar los ojos, para veros por la noche. Mi cuerpo de media sonrisa se acurruca entre mil luceros y me voy apagando en la oscuridad. Me llaman luna.

miércoles, 3 de abril de 2013

Dejó él de secar tu piel morena.

El mar, sin ganas, dando tumbos contra el rompeolas. Las estrellas, expectantes, viendo como esa marea verde, borracha, pasea por las playas, subiendo y bajando en la blanca arena. La luna, empujando. Las farolas del puerto y los caminantes le miran asustado. No se creen que el mar esté muriendo. Hace ya días que el viejo pescador del muelle no echa la caña, y eso que siempre mojaba el hilo a la madrugada.

Y entre sollozo y sollozo de los costeros el mar se va acercando mas al sol, dejando un rastro de sal seca tras su ebrio andar. Y tose, y llora. Ya no quedan olas. Ni ruido, ni gaviotas. Dejarle en paz. Ya está viejo.

Corren por su funeral los peces llorando arena. Y van vestidas de negro, grandes, las ballenas. Y los caballitos de mar. Y los delfines. Los surfistas, los pescadores; los amores de verano. Sufren en una orilla sin agua todas las toallas del pasado año. Y las fiestas. Y el alcohol de las venas. Las playas, las calas; las piernas desiertas. El moreno y el quemado. El remero, y el remado. El que se dejó llevar. El que fue. El que se ha ahogado.

Ya está. Se ha ido. No ha dicho ni "adiós", ni "hasta siempre", ni "nos vemos". Se ha ido, y todos le echaremos de menos.

domingo, 17 de marzo de 2013

Sobriediendo I de II

Los primeros síntomas del alcohol iban apareciendo, esos que niegan su existencia a la vez que dan la cara sin vergüenza. Aquella fiesta llegaba al final del mismo modo que una ola a un rompeolas, despacio, dejandose notar, sabiendo que va a acabar, pero expectante del cómo y cuándo. La música retumbaba en los tímpanos de los presentes, convirtiendo a todo ser viviente en una especie de sub-woofer andante. Mi instinto me dice que alce la cabeza y otee. En la esquina dos pasados de alcohol agarrándose como si fueran a caer, más allá una llorando y dos consolando, y por el otro lado un fiestero dándolo todo en la pista de baile. Pero no estaba Lucy. Llevaba toda la semana pensando en encontrármela pero a pesar de las horas que llevaba allí aun no había dado señales de vida. Bajé la mirada y di un trago más. Calculé que a sorbo por decepción me quedaban aun tres raciones. Noté una gota haciéndome caricias por la espalda y decidí salir a la terraza a tomar el aire, el ambiente estaba demasiado cargado. Fuera no mejoró gran cosa, pues en plena noche de Agosto la luna parecía querer tomarle el relevo al sol. Allí estaba ella, sola entre oscuridad, dando más luz que cualquier farolillo, la luna brillaba con vanidad esa noche. Cerré los ojos para dar una bocanada de aire y en mitad del esfuerzo se me atragantó un perfume. Aun no la había visto y ya estaba temblando. Repetí el proceso, esta vez para tranquilizarme y parecer coherente, la conexión que nos unía desde aquella experiencia en las afueras de Francia se mantenía vigente aun, año y medio después. "Lucy" canturreé mientras me daba la vuelta, y allí estaba ella, sola entre luces, absorviendo mi atención, mis pensamientos. "Me parece fatal que no me hayas saludado hoy" replicó con un desdén cariñoso. Ese comentario me sacó la sonrisa del tonto. "Te lo compensaré esta noche, si me dejas...".

lunes, 4 de marzo de 2013

Puñales en el corazón


Sentado en el autobús, sentía mi mundo desmoronarse. Todo lo que antes había sido amor se desvaneció como lágrima en la lluvia. Sus ojos azules, su precioso pelo, sus mueca al sonreír, su delicada voz y sus añorados abrazos. No podía vivir sin ella, pero estaba cabreado y deseaba romper todo lo que nos había unido. Decidí dejar que se fuera con otro al que no amaba. Sabía que la quería de verdad, pero nunca había tenido el valor de demostrárselo. Contarle todo lo que de verdad sentía. Isabel fue más que una herida incurable. Me inundaba un vacío existencial tremendo. Pues sin amor, ¿Qué nos levanta cada mañana? ¿Qué nos hace evitar la caída en el pozo de la desolación? 

Salí del autobús. Trataba de no pensar en ello, porque lo único que lograría sería llorar. Anduve cabizbajo y con miedo a encontrarme a alguien que me hablase. Lo único que deseaba era tumbarme debajo del grifo de la ducha, sentir su incesante lluvia en mi cara y eso hice. Comencé a llorar, las lágrimas saladas se camuflaban en el aguacero. Pegué un puñetazo en la pared, y otro, y otro. Seguí golpeándola hasta sangrar. No entiendo por qué, pero después de reprimir mi rabia contra la pared, me sentía mejor. Al salir de la ducha me sequé las lágrimas y me juré cambiar. Nunca más volvería a enamorarme. Nunca jamás cometería el error de entregarme por completo a una chica. Rompí todo lo que me unía a ella: El plano del metro que le robé cuando se iba a otra fiesta (Sin mí), sus fotos, nuestras conversaciones. Destrocé todo creyendo que desaparecería el dolor, pero el daño ya estaba hecho. Me engañé y me dije a mi mismo que no volvería a hablar con ella. Pensé que el desamor sería curable con un placer vano, y lo hice. Al día siguiente, tendría una cita contigo.

Me levanté algo dolorido. Tenía heridas en la mano. Decidido me vestí. Llegué a la famosa y enorme plaza. Allí me encontré contigo. Estabas preciosa. El corazón no me cabía en el pecho. Te agarré por la cintura y te planté un beso. Creía que podría sobrellevar lo que hicimos aquel día, pero los besos calaron hasta lo más profundo de mis huesos dejando como herencia un sello inolvidable.

Semanas después, como era de esperar, acabaría añorando nuestros besos. El beso al saludarte, el del banco, los que nos dábamos mientras jugueteábamos con los mimos y mordiéndote los labios mientras retozábamos en la verde hierba. Nuestros cuerpos tocarse. La piel de gallina. Las intromisiones del viento que soplaba tu pelo para interrumpir el beso. La sonrisa que mostrabas cuando parábamos. 

Dios, no puedo seguir.

No me daba cuenta que de verdad era feliz contigo. Te irías de viaje y no te volvería a ver, pero no le daba importancia a esto hasta pasadas unas semana. Me arrepiento de haber pensado que lo hacía para olvidarme de Isabel. Era mentira. Ahora que ella ha pasado página, me siento impotente.

Ana e Isabel, ¿Dónde estáis ahora? Desaparecisteis y os llevasteis con vosotras toda mi felicidad y mi amor. 

Quería notar otra vez el calor de una que calmase todos estos desengaños. Ocurrió lo mismo. Pero la chica que besé nunca llegó a hacerme sentir lo que Ana e Isabel. Eran cariñosas, amables y sinceras. 

Ellas parecen haberlo olvidado. Yo me engaño y me digo que he pasado página. Pero todas las noches recuerdo aquello que me hizo sentir querido. Soñar que me sostenéis al caerme es lo que necesito para vivir. Pero caigo, y caigo, y cada vez se hace más profunda la caída. Por no decirles lo que sentía, ahora vivo vacío. Busco en otras chicas lo que podría haber sido con vosotras. Tengo una puñal en el corazón, me volvéis hablar, me emociono y recupero la esperanza, ese aliento de vida que me impide desfallecer y arrastrarme por las calles. Esperanzas que evocan el sentimiento de amor. Las quimeras preciada.  


Porque una casa sin ti es una emboscada,
el pasillo de un tren de madrugada,
un laberinto sin luz ni vino tinto,
un velo de alquitrán en la mirada.
(Joaquín Sabina)
PABLO ESTEBAN KEOGH

lunes, 11 de febrero de 2013

En azul y verde me miraste.

            Doce setenta y cinco. El billete de diez viajes ha vuelto a subir. A este paso me sale más rentable comprarme una moto. Y encima el metro ya ha llegado. Odio correr con la guitarra en la mano, o con la mochila en la espalda; es como una incoordinación de mal movimientos que nunca cesan y provocas que todo el mundo te mire. Si, te sientes incómodo, pero el tren ya estaba bufando y me separaban del andén unos veinte escalones. Opté por la escalera tradicional, porque la mecánica estaba abarrotada, y troté hacía la segunda puerta del primer vagón. Siempre prefería entrar por el mismo sitio.
             Me acomodé entre una señora gorda -de esas que va siempre en el metro, que está sentada con los brazo hacia delante, porque si no no cabe en el espacio determinado para ella- y la típica universitaria que viaja con sus cascos, escuchando alguna canción pop de hace veinte años, o alguna balada de scorpions, y un libro entre las manos. En todo lo que duró el trayecto no pasó de página. Puse la guitarra de pie, sujetándola por el asa, y el tren empezó a moverse. Me incliné un poco y eche un vistazo hacia la izquierda. Era infinito. Un cóctel de culturas. Había una chica autista que gritaba porque quería salir de allí mientras su madre la sujetaba con cara de vergüenza. Ella quería ser libre, no pasar ni un segundo en aquella caja de cereales que se movía a toda velocidad por debajo de los zapatos nuevos de Madrid. La entendía perfectamente.
            En la primera estación no vi bajarse a mucha gente, pero si subieron unos cuantos. El metro puede ser el lugar más aburrido del mundo, o, si sabes verlo, el más entretenido; si tienes imaginación suficiente eres capaz de inventarte la vida de cada sombrero que entra en la cabeza de algún empresario que tiene el coche en el taller y llega tarde al hogar; o en las medias rotas de esa chica que sale ahora de casa, con la mirada risueña, dibujando en el cristal que tiene enfrente el nombre de su amor con recelo. Mis preferidos son los que entran con un acordeón y una voz acostumbrada al público. Esos son los héroes del metro.
            Bueno, pues llevaba ya unas cuatro paradas sentado en aquella butaca azul y gris. La señora gorda ya se había ido y la universitaria echaba mas ojo a mis partituras que a su libro. No le di mucha importancia. Es más, me sentía alagado. El tren paró en Chamartín, coincidiendo con otro en la misma parada. Por un instante pude ver el vagón que iba en dirección contraria a la mía. No había mucha gente: una pareja de ancianos que irían a las afueras a ver a sus nietos; un hombre desaliñado; una mujer con sus dos hijos; una chica morena… Menuda chica. En esas fracciones de segundo en las que nuestros vagones coincidieron pude ver sus ojos con heterocromía: uno azul y otro verde. Perfecta. Una mirada penetrante, que traspasó los cristales y se me clavó en el corazón. Una piel fina. Blanca, pero morena. Suave a la vista. Imagínate acariciarla. Dios, nunca había visto tanta perfección. Me hubiera gustado decirle que qué hacía una chica así en un metro como este; que a dónde iba. Que viniera conmigo. Se me había parado el corazón, y cuando me quise dar cuenta estaba de pie, con la frente pegada al cristal, mirándola. Admirándola. Enserio, perfecta. Cupido, no sabía que tu radar llegase tan abajo. Tenía ganas de romper el cristal y saltar a su vagón. Cogerle la mano y susurrarle al oído que dónde había estado. Que sin saberlo la estaba buscando.
            Toda mi bohemia se esfumó con el pitido del maquinista y la velocidad entre vagones. ¿Por qué te habías ido Margot? ¿Por qué mis musas siempre voláis?
            ¿Qué me había pasado?, ¿lo habría imaginado? Estaba en un sueño. Me dolía el pecho y el cristal estaba empañado. Con el dedo temblando, tímido de tristeza, grabé en un vaho efímero un: volveremos a encontrarnos. 

sábado, 9 de febrero de 2013

Versos de mi amanecer


  He apurado el último cigarrillo que me quedaba con regusto sin saberme indefenso ante la mañana; mañana volveré a reincidir en malgastar otra parte de la cuarta parte de un sueldo que ni siquiera tengo, y así, tan fresco cual amapola marchita quedaré...
  Fui mal estudiante, pero no me arrepiento de ello, pues las circunstancias no acompañaron a mi suerte. Entonces tenía casi quince años y aún deambulaba por sexto de E.G.B. Mi padre llegaba todas las noches borracho a casa y yo caminaba por los montes de Anchuelo con mi amigo José, que venía los fines de semana junto a su familia al pueblo.

Madrid es una gran ciudad.
Es tan grande como la tristeza, 
que siempre habita en algún corazón.

Las profundas calles así las veo,
inmensas para el caminante solitario,
frías e indiferentes ante el mendigo
y la paloma que a su lado se posa.

Muchos crepúsculos son un sueño
a bordo del tren de cercanías,
otros tantos, silencio en tardes melancólicas.
Así mi alma ha aprendido a callar
cuando las luces se apagan, la noche duerme
y el cielo arde en su manto de estrellas.
¿Quién no se sintió alguna vez tan pequeño 
como una diminuta partícula de polvo
en un abismal universo?

Por eso Madrid es una gran ciudad
que se me hace grande,
tan grande como lo que vive en mi corazón. 

miércoles, 30 de enero de 2013

¿Y me preguntas mi nombre sin saber como me llamo?

¿Qué es la felicidad?
​¿Sinceramente? que me lo digan los felices. Soñar, sonreír, ser fiel a unas ideas, obedecer, que te obedezcan, dar y recibir ejemplo… metemos todo en una coctelera, y al volcarla sobre la copa de balón en la que vivimos sale una bebida espirituosa, pum!: la felicidad.

​Pues debe ser que el día que sirvieron esa copa en el bar yo estaba en el baño, o era la hora feliz y se acabó rápidamente o simplemente me la sirvieron en un vaso de chupito, lo que llevó a que la mitad de la felicidad quedara encima de la barra, volviéndose viscosa más tarde, otro cuarto se derramara por mi barbilla muriendo en el cuello de mi camisa y entrando solo un cuarto de felicidad en mi interior. Penoso ¿verdad?

​Por que la felicidad no la venden, no; ni viene con galletas de la suerte ni con la lotería. Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, aunque yo creo que es la tormenta la que llega después de la calma, porque yo estaba nadando tranquilamente en liquido amniótico cuando empezaron a darme palmaditas en el culo y a hacerme llorar, y así ha sido toda mi vida hasta hoy. Básicamente los días eran salir del líquido amniótico para que te dieran por culo en el trabajo el trabajo o donde sea y acabar el día llorando.

​Parece trágico, melodramático, exagerado; terminal, claustrofóbico e incluso antisocial. La risa no da la felicidad, si no que la felicidad da la risa, pero, muchas veces, reímos sin ser felices.

​Entonces, ¿qué es para mí ser feliz? Pues ser feliz es haber empezado los tres últimos tres párrafos con “p” sin que nadie se haya dado cuenta. Ser feliz es escuchar una canción y saber en qué puto instante van a saltar tus padres con el “baja el volumen, ¿estás loco o qué?”; Feliz es poner punto y coma cuando yo quiera, como antes de la “F”. Y ser feliz es vivir en mi mundo, pero no le queda mucho tiempo de vida a la infancia.




martes, 22 de enero de 2013

Camille y el Almuerzo de Remeros


INTRODUCCIÓN

Almuerzo de Remeros es un cuadro de Pierre-Auguste Renoir, el famoso pintor impresionista del siglo XIX. El cuadro muestra un grupo de amigos reunidos en una terraza de la Maison Fournaise. La luz es un elemento muy característico en el cuadro. Esta pintura tuvo gran importancia en la película “El fabuloso destino de Amélie Poulain”. Este cuento esta dedicado a la mujer que está con la copa en el cuadro. Aquella muchacha misteriosa.
LA MUJER DE LA COPA
Camille es una mujer con encanto. Tiene el rostro como el de una muñeca, cuando un hombre lo acaricia, siente su fragilidad. Lo trata con cuidado, con miedo a que vaya a romperse. Un rostro blanco, pero con cierto colorido. Tiene el pelo corto y de color castaño. No es una joven que atraiga a todos los hombres, es más, a veces pasa desapercibida. Un hombre cualquiera no repara en ella, salvo que muestre su sonrisa, la pequeña sonrisa de Camille. Tiene una especie de encanto que la distingue de las demás. 
Camille se levanta de la cama sin un hombre al que amar. No ha encontrado a alguien al que haya amado hasta que se le cale en los huesos, un amor que deje cenizas en los labios. Se acicala y se viste con un vestido azul y blanco veraniego. Viste su precioso cuerpo joven y lozano. Se pone su pulsera de plata. El brazalete era de su madre. Su madre era una mujer hermosa y menuda. Esa esclava argenta le traía recuerdos de su infancia, aquellas caminatas por los campos de vid con Nino, con quien se dio el primer beso.  
Se pone un sombrero de ala ancha marrón de paja con una flor roja. Sale a la calle. El sol está brillando. Camille se sube a un carro de caballos para ir a la Maison Fournaise, sobre el río Sena. Pierre le ha invitado a venir. Estarán todos. Algunos emparejados o coqueteando con uno o con otra, todos menos Camille. Camille está enamorada de uno que no esta allí y al que todavía no conoce, esa promesa de la vida, el misterio profundo.
Los árboles son verdes, amarillos y marrones. El azul Sena se llena de barcas y barcos. El sol sigue con ese brillo veraniego y juguetón. En la terraza ve a Pierre. Pierre es un hombre atractivo, no solo por su apariencia física, sino por su espíritu de artista libre. 
  • Bon Jour Madáme Camille. Comment êtes-vous?
  • Bon Jour Pierre. Bon, et vous?
El artista responde amablemente con una sonrisa y le invita a una copa de vino de Borgoña y tomar un almuerzo de frutas. Se sienta en una mesa donde hay dos hombres que hablan con la mujer del sombrero estival con la cinta azul. La joven viste un vestido blanco y rojo. Otros dos hombres hablan con una fémina de pelo castaño oscuro. La muchacha se pasa la mano por el pelo, como hacen todas cuando están coqueteando. Otro habla con la mujer de la boina blanca y azul. Todas las personas visten colores alegres y estivales. Las personas parecen felices reunidas. Por último está una mujer hermosa y con el pelo largo. Un pelo rubio y castaño. Tiene unos labios bonitos. Un vestido azul, blanco y rojo, y un sombrero con cinta blanca y flores. La joven sujeta un pequeño perro. La muchacha preciosa, Aline Charigot, observa a Pierre. Últimamente, Pierre la observaba ensimismado. Le parecía una belleza y tenía una gran personalidad. Aquel almuerzo lleno de alegría en una mañana veraniega y con el sol jugando. Y los remeros en el Sena.
Y Camille mirando al horizonte. Piensa que algún día le encontrará. Solo hay que esperar a que, por milagroso azar, llegue. Camille no le ha conocido. 

¿Entonces, dónde estabas? 
¿Entre qué gentes? 
¿Diciendo qué palabras? 
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe 
cuando me siento triste, y te siento lejana?
(PABLO NERUDA)

Pablo Esteban Keogh





lunes, 21 de enero de 2013

A todo escritor se le ve la pluma


Son de sones por los balcones, 
de la herida quen caballero hiriese, 
fuerese, con aire de grandeza, de amores
y hasta quel último trago bebiese
no dejara pie con cabeza,
viviendo en un mundo de lujuria
oliendo, noche y día, a cerveza,
y duerma en la cárcel sin penuria.

¿Dónde quedaron los besos escarlatos, bellezones?;
¿las ganas de quel corazón no muriese?
¿La vida pasar, a trompicones?
Robándole el tiempo a los relojes. 

De blasfemias a mi nombre, vivo.
De puñaladas a mi espalda, muero.
Nací subido a unos, de mentira, zancos,
de los que, con el tiempo, me voy cayendo. 

sábado, 12 de enero de 2013

Greguerías para Amelie.

Son tus labios mi horizonte,
tus caderas mis montañas.
Dos lunas en tu rostro,
y un sol al final de tu espalda.
Un bocado de adán bajo el ombligo,
dos jupiters bajo tu papada,
una sonrisa, un objetivo cumplido,
y tus ojos cerrados, cada batalla.

viernes, 4 de enero de 2013

Puntos, comas y otras putadas de la vida.

      Quiero ser el roto de tus medias, pero no el fin de tus abrazos. El "Joder, no te vayas" y que nos riamos de los besos de los demás. Tu "Sal al balcón que aquí abajo hace frío" o tu "Siento que tu madre me va a ver como salga a la puerta". Dar envidia, celos, ganas de matar y ganas de ser como nosotros. Los raros, diferentes, exclusivos, pero nosotros. Vivir.. ¿Como decirlo? En el puto borde del precipicio, sabiendo que en cualquier momento nos podemos caer, o nos pueden empujar, pero siempre de la mano del otro. También quiero ser quién te incite a fumarme; cantarte por las noches, subiendo con el dedo índice la carretera de tu espalda; volar en cada beso y caer en cada mirada; que en cada concierto levante la ceja, te busque, y que leas en mi mente: esta canción es para ti.

      Pedir mucho suele venir mal recompensado, pero siendo víspera de Reyes, y con lo bien que estoy; creo que no voy a pedir nada mas que:

      " Queridos Reyes Magos. Este año no se quién he sido, pero solo busco alguien que sea como yo, o que me haga querer parecerme a ella.

                                Atte: Un Poeta de Bolsillo. "

martes, 1 de enero de 2013

Parpadeo

La nube de desconcierto que aun se cernía en su mente ofuscaba cualquier pensamiento racional. Sostenía el teléfono en las manos. Un oficial desde el otro lado de la línea tras preguntar dos veces colgó. La primera lágrima, aquella que desvelaba que lo que pasaba era real, asomó en una cara magullada ya por los años. Se llevó una mano a su canosa cabeza. De nuevo la vida le devolvía aquella dolorosa realidad sobre la que tanto había escrito, y sobre la que tantos sueños se resbalaban. Aquella que le había enseñado a vivir cada instante como si fuera el último. Y ahora ahí estaba. Luz nunca más volvería a casa. Un accidente de coche, lo que el hombre crea, al hombre destruye. Mientras tanto el mar que manaba de sus ojos celestes goteaba en el suelo de la sala de estar. Se desahogó ahí mismo. Aun siendo anciano le quedaban fuerzas para apretar los puños hasta hacerse daño. No podía asimilar la realidad de quedarse solo. No quería. No estaba seguro de tener la fuerza de voluntad necesaria para seguir adelante. Sollozaba. Luz no le volvería a hablar, no volvería a sonreirle, no volvería a recibir una simple muestra de cariño de esa piel. Pasaron dos horas. La realidad y la conciencia pusieron las cosas en su sitio. Se levantó tres veces hasta que sus piernas quisieron obedecerle. Poco a poco experimentó la peor sensación del mundo, al mirar cada rincón de la casa por donde pasaba, y recordar en un segundo mil instantes. Se quedó quieto en el pasillo, sin saber si avanzar o volver a su sillón, se decidió a mirar al frente y terminar lo que había empezado; todo le costaba más. Las lágrimas volvían a nublarle la vista, hasta el punto en el que el cerrojo de su puerta era un único dorado borroso. Según abría se secó los ojos. Cedió a su desesperación al verla. Cayó cuan largo era. El teléfono rodó por debajo de la cama de su matrimonio.