miércoles, 3 de abril de 2013

Dejó él de secar tu piel morena.

El mar, sin ganas, dando tumbos contra el rompeolas. Las estrellas, expectantes, viendo como esa marea verde, borracha, pasea por las playas, subiendo y bajando en la blanca arena. La luna, empujando. Las farolas del puerto y los caminantes le miran asustado. No se creen que el mar esté muriendo. Hace ya días que el viejo pescador del muelle no echa la caña, y eso que siempre mojaba el hilo a la madrugada.

Y entre sollozo y sollozo de los costeros el mar se va acercando mas al sol, dejando un rastro de sal seca tras su ebrio andar. Y tose, y llora. Ya no quedan olas. Ni ruido, ni gaviotas. Dejarle en paz. Ya está viejo.

Corren por su funeral los peces llorando arena. Y van vestidas de negro, grandes, las ballenas. Y los caballitos de mar. Y los delfines. Los surfistas, los pescadores; los amores de verano. Sufren en una orilla sin agua todas las toallas del pasado año. Y las fiestas. Y el alcohol de las venas. Las playas, las calas; las piernas desiertas. El moreno y el quemado. El remero, y el remado. El que se dejó llevar. El que fue. El que se ha ahogado.

Ya está. Se ha ido. No ha dicho ni "adiós", ni "hasta siempre", ni "nos vemos". Se ha ido, y todos le echaremos de menos.

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