miércoles, 30 de enero de 2013

¿Y me preguntas mi nombre sin saber como me llamo?

¿Qué es la felicidad?
​¿Sinceramente? que me lo digan los felices. Soñar, sonreír, ser fiel a unas ideas, obedecer, que te obedezcan, dar y recibir ejemplo… metemos todo en una coctelera, y al volcarla sobre la copa de balón en la que vivimos sale una bebida espirituosa, pum!: la felicidad.

​Pues debe ser que el día que sirvieron esa copa en el bar yo estaba en el baño, o era la hora feliz y se acabó rápidamente o simplemente me la sirvieron en un vaso de chupito, lo que llevó a que la mitad de la felicidad quedara encima de la barra, volviéndose viscosa más tarde, otro cuarto se derramara por mi barbilla muriendo en el cuello de mi camisa y entrando solo un cuarto de felicidad en mi interior. Penoso ¿verdad?

​Por que la felicidad no la venden, no; ni viene con galletas de la suerte ni con la lotería. Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, aunque yo creo que es la tormenta la que llega después de la calma, porque yo estaba nadando tranquilamente en liquido amniótico cuando empezaron a darme palmaditas en el culo y a hacerme llorar, y así ha sido toda mi vida hasta hoy. Básicamente los días eran salir del líquido amniótico para que te dieran por culo en el trabajo el trabajo o donde sea y acabar el día llorando.

​Parece trágico, melodramático, exagerado; terminal, claustrofóbico e incluso antisocial. La risa no da la felicidad, si no que la felicidad da la risa, pero, muchas veces, reímos sin ser felices.

​Entonces, ¿qué es para mí ser feliz? Pues ser feliz es haber empezado los tres últimos tres párrafos con “p” sin que nadie se haya dado cuenta. Ser feliz es escuchar una canción y saber en qué puto instante van a saltar tus padres con el “baja el volumen, ¿estás loco o qué?”; Feliz es poner punto y coma cuando yo quiera, como antes de la “F”. Y ser feliz es vivir en mi mundo, pero no le queda mucho tiempo de vida a la infancia.




martes, 22 de enero de 2013

Camille y el Almuerzo de Remeros


INTRODUCCIÓN

Almuerzo de Remeros es un cuadro de Pierre-Auguste Renoir, el famoso pintor impresionista del siglo XIX. El cuadro muestra un grupo de amigos reunidos en una terraza de la Maison Fournaise. La luz es un elemento muy característico en el cuadro. Esta pintura tuvo gran importancia en la película “El fabuloso destino de Amélie Poulain”. Este cuento esta dedicado a la mujer que está con la copa en el cuadro. Aquella muchacha misteriosa.
LA MUJER DE LA COPA
Camille es una mujer con encanto. Tiene el rostro como el de una muñeca, cuando un hombre lo acaricia, siente su fragilidad. Lo trata con cuidado, con miedo a que vaya a romperse. Un rostro blanco, pero con cierto colorido. Tiene el pelo corto y de color castaño. No es una joven que atraiga a todos los hombres, es más, a veces pasa desapercibida. Un hombre cualquiera no repara en ella, salvo que muestre su sonrisa, la pequeña sonrisa de Camille. Tiene una especie de encanto que la distingue de las demás. 
Camille se levanta de la cama sin un hombre al que amar. No ha encontrado a alguien al que haya amado hasta que se le cale en los huesos, un amor que deje cenizas en los labios. Se acicala y se viste con un vestido azul y blanco veraniego. Viste su precioso cuerpo joven y lozano. Se pone su pulsera de plata. El brazalete era de su madre. Su madre era una mujer hermosa y menuda. Esa esclava argenta le traía recuerdos de su infancia, aquellas caminatas por los campos de vid con Nino, con quien se dio el primer beso.  
Se pone un sombrero de ala ancha marrón de paja con una flor roja. Sale a la calle. El sol está brillando. Camille se sube a un carro de caballos para ir a la Maison Fournaise, sobre el río Sena. Pierre le ha invitado a venir. Estarán todos. Algunos emparejados o coqueteando con uno o con otra, todos menos Camille. Camille está enamorada de uno que no esta allí y al que todavía no conoce, esa promesa de la vida, el misterio profundo.
Los árboles son verdes, amarillos y marrones. El azul Sena se llena de barcas y barcos. El sol sigue con ese brillo veraniego y juguetón. En la terraza ve a Pierre. Pierre es un hombre atractivo, no solo por su apariencia física, sino por su espíritu de artista libre. 
  • Bon Jour Madáme Camille. Comment êtes-vous?
  • Bon Jour Pierre. Bon, et vous?
El artista responde amablemente con una sonrisa y le invita a una copa de vino de Borgoña y tomar un almuerzo de frutas. Se sienta en una mesa donde hay dos hombres que hablan con la mujer del sombrero estival con la cinta azul. La joven viste un vestido blanco y rojo. Otros dos hombres hablan con una fémina de pelo castaño oscuro. La muchacha se pasa la mano por el pelo, como hacen todas cuando están coqueteando. Otro habla con la mujer de la boina blanca y azul. Todas las personas visten colores alegres y estivales. Las personas parecen felices reunidas. Por último está una mujer hermosa y con el pelo largo. Un pelo rubio y castaño. Tiene unos labios bonitos. Un vestido azul, blanco y rojo, y un sombrero con cinta blanca y flores. La joven sujeta un pequeño perro. La muchacha preciosa, Aline Charigot, observa a Pierre. Últimamente, Pierre la observaba ensimismado. Le parecía una belleza y tenía una gran personalidad. Aquel almuerzo lleno de alegría en una mañana veraniega y con el sol jugando. Y los remeros en el Sena.
Y Camille mirando al horizonte. Piensa que algún día le encontrará. Solo hay que esperar a que, por milagroso azar, llegue. Camille no le ha conocido. 

¿Entonces, dónde estabas? 
¿Entre qué gentes? 
¿Diciendo qué palabras? 
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe 
cuando me siento triste, y te siento lejana?
(PABLO NERUDA)

Pablo Esteban Keogh





lunes, 21 de enero de 2013

A todo escritor se le ve la pluma


Son de sones por los balcones, 
de la herida quen caballero hiriese, 
fuerese, con aire de grandeza, de amores
y hasta quel último trago bebiese
no dejara pie con cabeza,
viviendo en un mundo de lujuria
oliendo, noche y día, a cerveza,
y duerma en la cárcel sin penuria.

¿Dónde quedaron los besos escarlatos, bellezones?;
¿las ganas de quel corazón no muriese?
¿La vida pasar, a trompicones?
Robándole el tiempo a los relojes. 

De blasfemias a mi nombre, vivo.
De puñaladas a mi espalda, muero.
Nací subido a unos, de mentira, zancos,
de los que, con el tiempo, me voy cayendo. 

sábado, 12 de enero de 2013

Greguerías para Amelie.

Son tus labios mi horizonte,
tus caderas mis montañas.
Dos lunas en tu rostro,
y un sol al final de tu espalda.
Un bocado de adán bajo el ombligo,
dos jupiters bajo tu papada,
una sonrisa, un objetivo cumplido,
y tus ojos cerrados, cada batalla.

viernes, 4 de enero de 2013

Puntos, comas y otras putadas de la vida.

      Quiero ser el roto de tus medias, pero no el fin de tus abrazos. El "Joder, no te vayas" y que nos riamos de los besos de los demás. Tu "Sal al balcón que aquí abajo hace frío" o tu "Siento que tu madre me va a ver como salga a la puerta". Dar envidia, celos, ganas de matar y ganas de ser como nosotros. Los raros, diferentes, exclusivos, pero nosotros. Vivir.. ¿Como decirlo? En el puto borde del precipicio, sabiendo que en cualquier momento nos podemos caer, o nos pueden empujar, pero siempre de la mano del otro. También quiero ser quién te incite a fumarme; cantarte por las noches, subiendo con el dedo índice la carretera de tu espalda; volar en cada beso y caer en cada mirada; que en cada concierto levante la ceja, te busque, y que leas en mi mente: esta canción es para ti.

      Pedir mucho suele venir mal recompensado, pero siendo víspera de Reyes, y con lo bien que estoy; creo que no voy a pedir nada mas que:

      " Queridos Reyes Magos. Este año no se quién he sido, pero solo busco alguien que sea como yo, o que me haga querer parecerme a ella.

                                Atte: Un Poeta de Bolsillo. "

martes, 1 de enero de 2013

Parpadeo

La nube de desconcierto que aun se cernía en su mente ofuscaba cualquier pensamiento racional. Sostenía el teléfono en las manos. Un oficial desde el otro lado de la línea tras preguntar dos veces colgó. La primera lágrima, aquella que desvelaba que lo que pasaba era real, asomó en una cara magullada ya por los años. Se llevó una mano a su canosa cabeza. De nuevo la vida le devolvía aquella dolorosa realidad sobre la que tanto había escrito, y sobre la que tantos sueños se resbalaban. Aquella que le había enseñado a vivir cada instante como si fuera el último. Y ahora ahí estaba. Luz nunca más volvería a casa. Un accidente de coche, lo que el hombre crea, al hombre destruye. Mientras tanto el mar que manaba de sus ojos celestes goteaba en el suelo de la sala de estar. Se desahogó ahí mismo. Aun siendo anciano le quedaban fuerzas para apretar los puños hasta hacerse daño. No podía asimilar la realidad de quedarse solo. No quería. No estaba seguro de tener la fuerza de voluntad necesaria para seguir adelante. Sollozaba. Luz no le volvería a hablar, no volvería a sonreirle, no volvería a recibir una simple muestra de cariño de esa piel. Pasaron dos horas. La realidad y la conciencia pusieron las cosas en su sitio. Se levantó tres veces hasta que sus piernas quisieron obedecerle. Poco a poco experimentó la peor sensación del mundo, al mirar cada rincón de la casa por donde pasaba, y recordar en un segundo mil instantes. Se quedó quieto en el pasillo, sin saber si avanzar o volver a su sillón, se decidió a mirar al frente y terminar lo que había empezado; todo le costaba más. Las lágrimas volvían a nublarle la vista, hasta el punto en el que el cerrojo de su puerta era un único dorado borroso. Según abría se secó los ojos. Cedió a su desesperación al verla. Cayó cuan largo era. El teléfono rodó por debajo de la cama de su matrimonio.