lunes, 21 de enero de 2013

A todo escritor se le ve la pluma


Son de sones por los balcones, 
de la herida quen caballero hiriese, 
fuerese, con aire de grandeza, de amores
y hasta quel último trago bebiese
no dejara pie con cabeza,
viviendo en un mundo de lujuria
oliendo, noche y día, a cerveza,
y duerma en la cárcel sin penuria.

¿Dónde quedaron los besos escarlatos, bellezones?;
¿las ganas de quel corazón no muriese?
¿La vida pasar, a trompicones?
Robándole el tiempo a los relojes. 

De blasfemias a mi nombre, vivo.
De puñaladas a mi espalda, muero.
Nací subido a unos, de mentira, zancos,
de los que, con el tiempo, me voy cayendo. 

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