miércoles, 19 de diciembre de 2012

Amor en Mar


La luna apareció y se fue, yvolvió a aparecer. Me preparé para salir de casa. Había estado pensando enellas y en lo que haríamos cuando juntos estuviésemos.  Y el astro se fue. Apenas brillaban unasestrellas en la oscura cúpula celeste. Y la luna volvió a aparecer. El mar seoía a pesar de estar en completa calma, quieto como un plato. Me sentétranquilamente a escuchar música, algo que siempre me había relajado bastante.Las diez y “veintipico”, de pronto, el apagón.

Lo único que brilló duranteunos minutos fue la luz de una o dos casas, y la de los astros en el cielo.Aquel apagón me hizo reflexionar. Inmerso en los recovecos de mi mente, la luzse hizo, como si del Génesis de la Biblia se tratase. Y aparecieron ellas.Camille iba con un pantalón corto naranja y una camiseta negra de tirantes,pudiendo así mostrar sus deliciosas formas femeninas. Perrynn vestía un vestidoveraniego color crema con estampados de flores. Siempre he conectado más conPerrynn en lo referente a gustos, además de que yo creía que le atraíabastante. Con Camille sentía además de la tensión sexual patente, una especiede atracción por la “locura sexy” que profería.

Después de saludarlas, nosdirigimos al centro del pueblo. En el centro se situaban cinco bares “paraguiris”; uno moderno de copas del que la gente tiene ciertas sospechas, ya queaquel lugar es idóneo para el conocido tráfico de drogas;  un restaurante chino tremendamente apetitosocon una decoración excelente; una ermita que parecía protestante debido a lasluces que coronaban aquella cruz cuando se hacía de noche; y por último, un barde copas Chill-out al que acudía bastante gente para ver los conciertos que serealizaban allí.

Estuvimos un rato vagando poresos locales, Coca-Cola en mano. Finalmente volvimos a nuestra playa, y a nuestro mar.  El mar que tantos secretos nuestros escondía,nuestras lágrimas, nuestras risas, nuestros besos, nuestras despedidas. Aqueldios que se embravecía terriblemente en días de tormenta. Nos sentamos en laplaya, sería erróneo decir playa, más bien, cala. La cala. Nuestra cala. Y derepente, pude verlo, éramos nosotros, el mar, la cala, y ante nosotros, elTiempo.

Por un impulso espontáneo,como de “Carpe Diem”, decidimos lanzarnos al mar, yo en pantalón sin camiseta,y ellas en sujetador y bragas. Nos lo pasábamos bastante bien jugábamos, ycuando alguien hacía al otro algo malo, hacíamos el “abrazo del perdón”, en elcual, viéndome inmerso yo con Camille, decidí darle un beso en la boca, al querespondió alegremente, pero lo suficientemente rápido como para que Perrynn nonos viese. Al final aquella “locura sexy” me llevó a su terreno. La historia demi vida. Nos lo estábamos pasando genial, cuando de pronto, llegaron lospadres, que preocupados por no haber obtenido respuesta a los mensajes yllamadas propinados hacia aquellas chicas, fueron a la cala. Les llamaron aellas, pero yo decidí acompañarlas. La madre parecía cabreada, pero con toda mientereza decidí presentarme a ella y a su padrastro, el padrastro estabaalejado, ya que no sabía como manejar aquellas situaciones.

-      Je ma appel Pablo, et toi? Dije fluidamente haciendo gala de mi increíblementeescaso francés, pero efectivo.
-      Lucién, mecontestó,
-      Achanté.
Me contestó algo quedesconocía, como igualmente, o algo parecido.
Me despedí de ellas, Camilleme hizo un gesto como de burla, haciendo referencia al castigo que le iban apropinar sus padres. Les di dos besos a cada una. Otra despedida, pero en éstasabría que volvería a verlas pronto.

Allí estaba yo, el mar, lacala, y ante nosotros como concepto inamovible, el Tiempo.

PABLO ESTEBAN KEOGH

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