No es el
marfil, no, de sus rotos abrazos
No son las
ganas, tampoco, de vivir en sus brazos.
Es el ansia,
puede, de dormir en sus ojos.
Y tiene
sentido, lo tiene, si hablamos de sus labios rojos.
No vive en
primavera, no. Le gustan los rastrojos.
Y el cruzar
de sus caderas está cargado de arrojo.
Y son de
gata, no de araña, sus arañazos,
Cuando el
agua de su boca, por mi mente, cae a cazos.
Y sueña; y
vive; y ¡Hombre!, cuánto tiempo había pasado.
Hacía mucho
que no veía a alguien tan demacrado.
Hacía mucho
tiempo que no veía a alguien tan enamorado.
Porque son
tus teclas. Si, las tuyas, piano.
Que el suave
andar de la cremallera de tu espalda me gusta, es liviano.
Y siendo yo el pianista, termino siempre
acabando.
Alejandro Pérez Marcos
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