martes, 11 de diciembre de 2012

“Yo, pianista. Y tú, piano.”

Tócame las teclas del corazón mas airado. 
“Yo, pianista. Y tú, piano.”

           
No es el marfil, no, de sus rotos abrazos
No son las ganas, tampoco, de vivir en sus brazos.
Es el ansia, puede, de dormir en sus ojos.
Y tiene sentido, lo tiene, si hablamos de sus labios rojos.

No vive en primavera, no. Le gustan los rastrojos.
Y el cruzar de sus caderas está cargado de arrojo.
Y son de gata, no de araña, sus arañazos,
Cuando el agua de su boca, por mi mente, cae a cazos.

Y sueña; y vive; y ¡Hombre!, cuánto tiempo había pasado.
Hacía mucho que no veía a alguien tan demacrado.
Hacía mucho tiempo que no veía a alguien tan enamorado.

Porque son tus teclas. Si, las tuyas, piano.
Que el suave andar de la cremallera de tu espalda me gusta, es liviano.
Y  siendo yo el pianista, termino siempre acabando. 

Alejandro Pérez Marcos

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