Mil cien días con alcohol;
la sangre al galope por las venas;
el último trago, para ahogar las penas.
y el penúltimo para aliviar el dolor.
ya contábamos la copa novena;
los pares se convirtieron en docenas,
y ya no se oía aquella canción.
Mil cien horas de besarte en el cuello,
de mirar por la ventana una tarde de estas
y de no dejar de hacer aquello.
Mil cien abrazos, tímidos, en la siesta,
todos estábamos locos por el destello...
...y París era una fiesta.
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