martes, 11 de septiembre de 2012

SE VENDE PARA NO VOLVER.

Si, vendo mi moto. Aquella moto que nos llevó a tantos lados, aquella sobre la que nos dimos tantos besos y lo hicimos, lento, tantas veces. La vendo.

Para que tenerla si cada vez que gire el manillar derecho y escuche su rugir me acordaré de aquellas manos que rodeaban mi cuerpo cuando le daba mas gas, cuando nos hacíamos Madrid-Valencia en dos horas a las tantas de la madrugada para desayunar horchata fresca y volver a comer a la capital. Si cada vez que pise el embrague me acordaré de tu apretón en mi cadera y de tu bota en el suelo. Si, cuando baje al garaje a por ella, vea nuestros cascos: uno al lado del otro. Y recuerde aquel mechón de pelo que se resistía a la visera. Para que quiero un motor de 1200 si no puedo disfrutarlo contigo.
La vendo, pero no se la venderé a cualquiera. Se la venderé a un chaval joven, con el carnet recién sacado, poco dinero en el bolsillo y una novia a la que llevar a todas partes. Y, que cuando monten juntos en la moto sientan nuestros cuerpos en ella. Que cada beso que se den en el asiento sepa a nuestros besos. Que hagan locuras. Que quemen rueda en los semáforos y vayan a doscientos por las curvas. Que se sientan. Que nos sientan a nosotros y a nuestra vida.

Siempre te echaré de menos. Siempre te querré como nos quisimos en nuestros días.
Alejandro Pérez

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