domingo, 26 de agosto de 2012

CIEN

Cien
Hay cinco pulseras viejas y un collar arrancado en la mesilla. Me ha dicho que se las quita por que le cortan un poco la circulación y no descansa bien. Yo, sin embargo, llevo encima todos los collares que he ido recolectando en estos años; Las pulseras de trapo que tantas promesas recordaban y las rastas que me hice el año pasado. Se está dando la vuelta en la cama, dejando su rostro pegado al mío. Tiene los párpados cerrados y un mechón de su pelo rubio trenzado le cae recorriendo la frente. Su labio superior descansa sobre el inferior marcando una mueca de media sonrisa. Preciosa. Angelical. Real.
Con la mano temblorosa le aparto el pelo de la cara, voy bajando por su mejilla y llego al cuello, la atraigo un poco hacia mi y la beso. Al notar el contacto abre un ojo y la mueca pasa a ser de sonrisa completa. Vuelve a cerralos y es ella la que me besa a mi. Con pasión, con ternura, con placer y con cabeza. Yo, mientras tanto, voy bajando por sus caderas. Ella desciende por mi cuello. Damos una vuelta improvisada y acabamos uno encima del otro. Juntamos los rostros. Aun en la oscuridad puedo ver sus ojos azules y sus pecas exóticas. Se coloca un poco y empieza a besarme. Entre el movimiento de nuestros cuerpos vamos soltando suspiros ahogados, entrecortados y placenteros. De repente se estira hacia atrás, empujando mis hombros contra la cama. Mira hacia arriba y suelta un largo suspiro. Después me besa y me aferra a ella. Empieza a cantarme una canción al oído y, cuando va a llegar al estribillo suena el despertador. Hoy es la hora cien.
Alejandro Pérez Marcos

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