sábado, 7 de julio de 2012

Ciao Bella (Capítulo 1- Alghero)



Un par de botellas de agua. El olor a mar. En la mesa, calamares y dorada fresca. Frente a mi, dos o tres mesas más allá, un ejemplo de la belleza italiana. Coches pasando y, de fondo...un acordeón.

En la terraza de al lado servía una camarera. Era una muchacha que tenía un pendiente bajo el labio, pelo negro, y 1,75 de planta. La chica era del pueblo, en cada paso de plato, el oro azabache de su pelo, blandía con el viento ,como en una danza ensayada.

El camarero apoltronaba los platos, uno tras otro y sin orden, en la mesa. Ya no tenía hambre. Todos seguían comiendo. Me puse los cascos y desconecté, como de costumbre, todas las mesas eran de parejas mayores o jóvenes, dobles, irlandesas o nativas... En la terraza se derrochaba amor. Sin embargo, en mí, melancolía. Madrid, el patinete, y mi guitarra, bajo un árbol. Esos dos ojos pardos mirándome con ternura. De coro unos dulces pájaros.

Creo que por la mejilla se me escapó una lagrimilla, o tenía la mirada muy risueña, porque mi madre me despertó como ella solo sabe hacerlo:
-Deja de pensar en la novia y termínate la comida
-Vale mamá, y no grites.
Las chicas de la mesa del fondo estaban mirándome. Me puse las gafas de sol y fingí una pose con motivo de alegrarme un poco bajo la mirada amiga de las desconocidas.


Alex Pérez Marcos

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