Hace unos días mi madre me dijo que fuese a por agua a Port Au Prince. Al llegar pude ver el estrambótico panorama que asolaba a la ciudad. Miles de médicos se disponían a ayudar a gente enferma, proporcionándoles suero, agua, y demás útiles de medicina. Vi como subían a una niña a una furgoneta. La muchacha se parecía a mi hermana, pero esta estaba mucho más delgada, y algo blanca, parecía algo mareada. A su lado, todos los médicos preparaban su intento de cura.
En otra parte de Puerto Príncipe, aparecían unos hombres repartiendo agua a la gente. Me dirigí allí. Lanzaban bolsas con el agua, y la gente trataba de atraparlas, una vez atrapadas unas cuantas personas se peleaban por el agua hasta que la bolsa cayó al suelo. Se acabó el repartir el agua por hoy, yo no había conseguido ninguna bolsa, y volvía a mi casa cabizbajo. Cuando de pronto, me vino una mujer blanca con una camiseta azul. Me dijo:
- Hijo, coge esta bolsa de agua, y llévatela a tu casa corriendo. Pero prométeme que mañana vuelves, ahora tienes un trabajo, ayudando a esta gente a cambio de agua y la comida que haya. -La mujer tenía una sonrisa preciosa y una voz agradable y maternal-.
- Vale, muchas gracias. Claro, claro -dije sonriente-.
Regresé a mi casa corriendo. Mi madre estuvo nerviosa esperándome, pero cuando llegué sintió un alivio. Era ya de noche, cuando fui a dormir, le di un beso a mi hermana, y comencé a pensar en aquella muchacha blanca.
- No me ha dicho su nombre -pensé-.
Pablo Esteban Keogh
Pablo Esteban Keogh
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